Nuevas fundamentaciones de las prácticas militares

La importancia de la guerra como tema de las ciencias sociales puede resumirse en un solo dato: desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, solo durante el mes de septiembre de 1945 no se contabilizó ninguna guerra en el mundo. Se trata de una práctica humana inveterada, y, por lo tanto, digna de la atención de las ciencias sociales. Mucho más siendo que en los últimos años ha ido transformándose su fisonomía y sus reglas, por cuanto se han ido extendiendo formas de guerra llamadas «irregulares». Esta calificación indicaba, entre otras cosas, que eran formas relativamente excepcionales, es decir, que no reunían determinados atributos, como enfrentamiento entre ejércitos estatales, regulación de las acciones de acuerdo a convenciones internacionales (particularmente en lo referente al tratamiento de prisioneros, prohibición de uso de determinadas armas, etc.), determinación de un teatro de operaciones delimitado y la lucha por su control, búsqueda de la batalla decisiva, entre otras cuestiones.
Pero la guerra tradicional, además de reunir tales atributos, tiene esa calidad por cuanto era la forma extendida, «normal» y, por ende, «regular», de la acción bélica.

En la medida que las formas «irregulares» se extendieron, hasta ser preponderantes hoy día, todas las reflexiones clásicas sobre la guerra han perdido parte de su potencial explicativo.
Para tener una aproximación cabal al fenómeno, en el decenio 1989-1998, sobre un total de ciento ocho conflictos registrados, solo siete fueron interestatales, una de las principales dimensiones para calificar a un conflicto bélico como tradicional o «regular».

Pero no se trata de la mutación de una forma de guerra a otra, sino de un aparente estallido de las formas: terrorismo internacional, guerras anticolonialistas, guerras limitadas y sublimitadas, proyecciones de poder, guerras preventivas, narcoterrorismo, guerras multinacionales por el derecho humanitario, guerras de secesión, guerras de desgaste, guerras étnicas y/o culturales, entre muchas otras formas que hay de denominar tan variados fenómenos. Tal es la variabilidad que en ocasiones hasta resulta dificultoso denominar a ciertos procesos como «guerra».

Esta situación, si bien no es novedosa pues se la puede ver emerger después de la Segunda Guerra Mundial, en los últimos años ha cobrado una importante envergadura. La diversificación de las acciones comprendidas es muy notable, involucrando incluso a nuestro país de diferentes maneras; hace treinta años, con el enfrentamiento interno con un saldo de miles de desaparecidos, y mas recientemente en al menos dos episodios, como fueron la voladura de las sedes de la embajada de Israel y de la DAIA-AMIA. En setiembre de 2001 el mundo fue testigo del derrumbe de dos torres en Nueva York y parte del Pentágono.

Hasta el momento no hay cuerpos teóricos satisfactorios para comprender este tipo de fenómenos. Sí existen intentos explicativos ad hoc, difícilmente articulables entre sí; muchas veces, incluso, contradictorios: del modo en que se explica un fenómeno resultaría absolutamente absurdo intentar comprender otro fenómeno relativamente similar.
Estas inconsistencias tornan necesario re-pensar estos fenómenos, tanto desde las teorías clásicas, como desde la variedad de propuestas acotadas de comprensión de las nuevas formas, para desarrollar un marco sistemático más abarcativo. Para ello es necesario repasar críticamente tanto las teorías clásicas como los mas recientes aportes, a la luz de los nuevos hechos.

Integrantes del Proyecto:
Director: Flabián Nievas
Investigador Formado: Pablo Bonavena
Investigadores de Apoyo: Mariana Maañon, Marina Malamud
Estudiante: Mariano Millán

Publicaciones del proyecto:

Aportes para una Sociología de la guerra
Flabián Nievas (editor)
Proyecto editorial, Buenos Aires, 2006

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